Con Goethe nos miramos solo una vez y fue en el Ring (Viena). Lo conozco por su teoría sobre los colores y la crónica de Italia. Con él en mi cabeza, continuo contemplando fotografías antiguas de la ‘capital del mundo’.
Goethe sentía una gran necesidad de visitar Roma. En las crónicas de su ‘Viaje a Italia’ cuenta que ‘llegó a ser una especie de enfermedad que sólo curaría vista y presencia.’ Aunque yo haya ido solo cuatro veces, sigo teniendo esa curiosidad que reconoce Goethe. Él la llama ‘capital del mundo’. Sigo descubriéndola gracias al libro ‘Roma. Retrato de un ciudad’. Goethe soñaba con Roma, mirando los grabados que tenía su padre y a través de otras reproducciones. Yo también sentí una atracción incontenible, contemplaba arte en casa, en el colegio y además pintaba. En mi pubertad, moría de ganas por conocer, de cerca, la obra de los grandes maestros. Pero tenía que hacerlo con mis propios ojos y solo. Logré mi sueño. Apenas tenía 18 años. Subasté mi colección de trenes antiguos Lionel, la mejor maqueta de trenes del mundo, en Durán; cuando la casa de subastas estaba en la calle Serrano. En los 90, viajé en autobús desde Madrid hasta Roma. Eso sí, contraté la tienda de campaña montada. Solo me llevé mi maleta pequeña de Gucci. A diferencia del último hombre del Renacimiento, entre otras cosas, me faltó escribir mi experiencia.
Johann Wolfgang von Goethe le dio personalidad a los colores. En mi paleta, a la Ciudad Eterna yo la pinto de mármol blanco, amarillo de Nápoles, Siena y rojo pompeyano. Su atmósfera me estimula. Paseando por sus calles de adoquines, encuentro los perfumes más ricos; irresistible no revolcarse como lo hizo Eros. Del primer viaje con él tengo fotos pero, no son nada del otro mundo. Hoy me siento romántico y prefiero las antiguas. Me atrapan las del libro ‘Roma. Retrato de una ciudad’ de la editorial Taschen, puedes comprarlo haciendo clic aquí. En el próximo artículo, conocerás mis 3 hoteles favoritos en Roma.
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