[wpvideo P151wh53]
UNESCO protege el Geoparque Villuercas, Ibores y Jara. Para celebrar este reciente nombramiento, he venido con Eros y un gran amigo suyo para descubrir la historia de España y su geología desde La Brizna, el mejor hotel dog friendly de la región.
Escuchando «Cambio de Piel», el nuevo disco de Bebe, ella me parece lo más desde el día que la conocí, llegamos hasta esta mancomunidad. El camino es idílico. La llamo, le cuento que estoy en su tierra. En su honor, pongo «Pa Mi Tierra», la canción que habla de su Extremadura. Lo primero que veo son ovejas con sus crías a la sombra de las encinas. Bajé del coche para saludarlas. Cantan el picogordo y la abubilla. El recibimiento es soñado. Dejamos la dehesa, los cerdos. Llegamos a Cañamero, está a 42 km de Trujillo y a 15 km de Guadalupe. Por esta villa de hogares humildes y con un puñado de callejuelas estrechas, nos agarramos a una cuesta empinada y llegamos a La Brizna. Entramos por su colina dominada por olivos. El olivo simboliza la paz, me encanta. Veo dos paisajes, a la izquierda, la dehesa y, a la derecha, el valle. Como un navegante, tiro el ancla y disfruto de lo que veo sin prisas. Bajo las ventanillas, huele a vida. Nos espera Nieves Delgado Durán, la fundadora y directora de este complejo rural. “La tocas y te mueve” es el lema del lugar.
Mi corazón palpita como una patata frita. Me voy a mi nueva casita… Bebe, Cambio de Piel.
Las casas y el entorno son de ensueño. Nos instalamos en una de las siete casas de madera. Para nosotros, eligieron la naranja, cada una está personalizada con un color. Este es mi color energético y el de la solidaridad. Es estupenda, acogedora y perfecta para vivir una nueva aventura con Eros y As, el Westin Terrier de David Suárez Fernández, el fotógrafo de Dog Friendly traveler. La creación de este encantador destino le llevó doce años a Delgado Durán y a su marido, Antonio. Después de tres horas de viaje, me apetece mucho salir a descubrirlo. Con su compañía y Mariví Carrasco, su mano derecha y ranger especializada en el Geoparque, emprendemos una ruta llena de sorpresas. Estoy emocionado.
Vamos en un 4×4 por un bosque. Me están llevando a que conozca castaños centenarios. En la entrada de Castaños de Calabaza, un espacio natural protegido, a la izquierda, me conmueve uno de los castaños, parece el más anciano de todos. Se calcula que estos “Árboles Singulares de Extremadura”, que forman un conjunto de 17 ejemplares, tienen unos 700 años. Abrazo a uno de ellos, parece mágico, de cuento. Después, pasamos por un olivar donde saludamos a unos paisanos que recogían aceitunas sobre un terreno pedregoso. Veo que es un oficio muy duro. En Cañamero nos cruzamos con el chef Paco Galán Rebollo. Nos invitó a cenar mañana a su casa para degustar lo mejor de la cocina regional: ¡qué emoción! Tan solo le pedí que, por favor, no me diera matanza. Me dijo que esto para él no era un inconveniente y que me iba a sorprender. Por lo pronto, en un rato, tenemos una degustación de vinos.
Llegamos a las bodegas Ruiz Torres para conocer los mejores vinos locales. La tradición del vino en esta comarca se remonta al siglo XIV, de la mano de los monjes Jerónimos. Le agradezco a la iglesia su aporte a la vitivinicultura. Es más, parece que a Cañamero se lo conoce como el pueblo del vino. De hecho, el tratado vitivinícola más antiguo del mundo fue firmado en estas tierras y lo conserva el monasterio de Guadalupe. Sobre una colina, vemos el viñedo, sus diferentes tipos de suelos como el de las rañas, que tiene dos millones y medio de años, los más antiguos de España. Al fondo del valle, el pico Villuercas, el más alto de la zona (1.603m). La bodega data del año 1870 (visitas guiadas 8€, 45 min). Recomiendo su Syrah. Eros y As no pudieron entrar ni siquiera en la tienda, ojalá las bodegas Ruiz Torres sepan evolucionar también en este aspecto.
Somos animales hambrientos de amor y de vida. El espíritu se muere si no tiene comida… Bebe, Cambio de Piel.
A 45 minutos, en el pueblito de Castañar de Ibor, tenemos una mesa en el Restaurante Avellaneda (+34 660 33 11 42). La parroquia San Benito Abad preside la aldea, me pondría a pintar ahora mismo. Su blancura ilumina la plaza, está enmarcada por el azul del cielo. Llegamos a la puerta del restaurante, no tiene letrero, solo el horario con un simpático cartel. Regenta el lugar, Carlos. Al principio el señor no me dejó entrar con Eros y As pero al final lo convencí. Vio que están educados, espero que con el tiempo admita el acceso a los mejores amigos del hombre. La carta es breve y muy tentadora. Probamos, huevos Avellaneda (13,50 €), rulo de queso de cabra al horno con frutos del bosque (9€), peras confitadas con cava Extremeño (3,90 €), un puré de castañas y otros platos deliciosos servidos con cariño. Lo recomiendo. Felicité a la cocinera y continuamos la ruta diseñada por La Brizna, mi anfitriona.
El geoturismo es un plan irresistible. Corriendo un poco, nos fuimos hasta las Cuevas de Chiquita. Parece la morada de un dragón. Vi pinturas rupestres y fósiles. Hay otras cuevas, la de Castañar de Ibor, que abre en abril y es la segunda más grande de Europa. Allí se puede apreciar la cristalización de aragonito. Este mineral es muy sensible. Para no alterarlo y preservarlo, las visitas se hacen en grupos reducidos. Jugué con Eros y su amigo en el Charco de la Nutria, en sus aguas aprendió a nadar Nieves. Eros intentó meterse pero no lo dejé, estaba helado. Ahí mismo, recorrimos unos metros de la Ruta de Isabel la Católica. Regresamos porque me encontré con varias orugas procesionarias, les tengo pavor por Eros, son muy peligrosas.
Minutos más tarde, me ducho con cèdrat de L´Occitane, un cítrico eminentemente masculino y de la isla de Cerdeña, el aroma que he elegido para este destino. A la hora de cenar, Nieves y Mariví traerán productos de la tierra para que los pruebe. Encendí el quemador de aceite de Lampe Berge París. Su aroma de naranjas y canela y el de la leña de encinas, que arde en la salamandra de cerámica traída de Rumanía. Han creado un ambiente muy acogedor. Los perros juegan. Llegan las invitadas. Empezamos la noche con torta de La Serena (queso de oveja merina), torta del Casar (queso de cabra), miel de Villuercas-Ibores D.O.P., sopa de tomates extremeña… No me resisto al pan de pueblo, que me recuerda a los que pintó Francisco de Zurbarán. Aprecio mucho este alimento, hoy es adulterado con ingredientes de pésimas calidades y por eso lo hago yo.
Paseamos todos juntos. No hay contaminación lumínica. Un tupido velo de estrellas nos arropa. El aire es fresco y huele a leña: ¡qué gusto! Nos encontramos con las dos mastines hembras de La Brizna, una más dulce que la otra. Nos vigilan, son las mejores guardianas de la finca.
Ha sido un día lleno de emociones para todos. Tomo doble dosis de una pastilla digestiva de alcachofas. Me despido de los marrons glacé, Eros y As, que duermen junto a la chimenea. Las sábanas están frías: ¡qué placer! No se oye nada. Tengo ganas de salir y quedarme contemplando las estrellas. Qué tentación, deseando me duermo. En el próximo post os contaré mis descubrimientos dog friendly en Guadalupe y, en el último, la cena pastoril con el cocinero Pedro Galán.
Texto: Christian Oliva-Vélez
Fotos: David Suárez
0 comentarios
Trackbacks/Pingbacks