Es de noche. Estamos en La Brizna, este nuevo hogar me encanta. Eros está jugando fuera con su amigo As. Antes de la cena pastoril, me reúno con ellos y nos vamos a pasear.
Llevo a Eros y a As hasta la construcción ubicada en la parte más alta de la finca: ¡es impresionante! Aunque aún esté en obras, su moderna estructura de madera y las vistas me enamoran. Hay una mesa de madera gigante, el tablero es de una pieza. Un montón de bambúes se amontonan en un rincón. Todo han sido traído desde Bali en dos contenedores. Nieves me cuenta que, en breve, aquí se celebrarán talleres y demás actividades únicas en el Geoparque. Seducido por este singular enclave, me quedo hasta que anochece.
Estoy listo para la cena en la casa del chef Pedro Galán, el cocinero más querido y conocido de la comarca. Llegamos a Cañamero. Sobre un mantel blanco con flores, tejido por su mujer, y de la mano de mi nuevo amigo, me aventuré por la cocina pastoril más creativa de la comarca. De aperitivo el vino de Pitarra, un caldo casero típico de Cañamero, Torta del Casar, a temperatura ambiente y con nuez y templada con pimentón y queso de cabra con miel. Después vino una sopa de tomate extremeña…
Comí con la mano y un “ceñico de pan”, un trocito de pan que los pastores los usan como cubierto. Ahora sé que la cocina extremeña es muy sabrosa, los puntos fuertes son: ajo, pimentón y especias, sobre todo comino y clavo. Galán pone a prueba mi olfato con una degustación de doce aceites de oliva virgen extra ecológicas de Vieiru, son de la almazara As Pontis (Sierra de Gata). Acierto con todos los aromas menos con el último. Todas son exquisitas. No me extraña que As Pontis haya recibido varios premios internacionales y que su oro líquido esté entre las mejores del mundo. Lo estoy pasando en grande. Galán es un apasionado de la cocina y disfruta dándome a probar su interpretación de las recetas típicas. Además de haber estado cocinando todo el día para agasajarme, me regaló su libro “De Cuchara, Cuchillo y Tenedor” (Ed. Cultiva Libros). Le di un fuerte abrazo. De postre, probamos los huevos de leche y torrijas con aceite de vainilla, y otro poco con aceite de romero. Fue una cena muy original y auténtica. En estado de felicidad, caigo bajo el hechizo de la luna.
Qué bien he dormido. A mis pies tengo a dos perezosos, Eros y As. Hoy regresamos a Madrid. Como despedida, después del desayuno, hacemos una excursión. Hoy en la cesta del desayuno encuentro rosquillas y otros manjares de la región. Pocos hoteles, aunque lo digan, son realmente de cocina kilometro 0 y este me ha ofrecido una auténtica experiencia slow food. Durante mi estancia personalizada, todo lo que probé fue casero, olía y sabía a campo. Aquí la comida es de verdad, muy sabrosa, perfumada y alimenta.
Recorremos La Brizna por sus senderos. Huele a tierra mojada y a olivos. Como tostadas recién hechas, pisamos ramas, Eros y As las mastican. Desde esta colina, contemplo las nubes que, dirigidas por el viento, bailan, cambian de luz y tonalidad. El escenario es un macizo montañoso de claroscuros, un espectáculo conmovedor. No dejo de oír la melodía de los pájaros. Estoy hipnotizado. Justo antes de marcharnos, Eros y As se revuelcan en materia orgánica. Menudos trastos. Van andando como señoritos recién perfumados. Qué risa. Los mantengo alejados de mí. Pudimos limpiarlos enseguida, tan solo nos llevó cinco minutos.
Nos despedimos de nuestra anfitriona y de su entrañable finca. Con la canción “Ska De La Tierra” de Bebe, dejamos atrás este mágico hotel rural. Por la carretera veo cerdos, ovejas, caballos y cigüeñas. Semana Santa es en unos días. Sin lugar a dudas, La Brizna es el destino ideal para pasar unas vacaciones inolvidables con tu perro.
La tierra tiene fiebre, necesita medicina
y un poquito de amor que le cure la penita que tiene. Aah-aah. Bebe, Pafuera Telarañas.
Texto: Christian Oliva-Vélez
Fotos: David Suárez
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