La comida slow food o Km0 es la mejor y la que más aprecio. Sobre todo, cuando se trata de huevos, pan, miel, aceite de oliva extra virgen, frutos secos, quesos, vino, frutas y verduras. Salvaguardar las tradiciones regionales es un estilo de vida muy apreciado, propiciando así la lucha contra el abandono de la cultura tradicional y la estandarización de la comida.
Estando en el campo, es fácil hacerse con alimentos de buena calidad y la experiencia gastronómica resulta más suculenta. Además, de este modo, se apoya la economía local y se reducen las emociones de C02. Hospedados en una de las siete casas de La Brizna, pude hacerme con los mejores productos de la región. En este rincón de Extremadura, mi alacena se muestra muy tentadora. Sin más, divulgo el consumo de alimentos de proximidad a través de este post.
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