Frogner ocupa gran parte de Oslo, la ciudad de la naturaleza. La tendencia aquí no son los coches de lujo sino las bicicletas de diseño artesanal. Acompáñanos por este parque lleno de vida.
Segunda tarde en Oslo, European Green Capital 2019. Ponemos rumbo al barrio de St. Hanshauge, desde el Palacio Real, donde estábamos, a 1.8 km hacia el norte y próximo al barrio de Grünerløkka. Tomamos un aperitivo en el Café Rouler, el sitio preferido de los ciclistas aventureros (picoteo con una copa de vino, 26,50€; café y tarta casera, 8€).
Apicultura urbana
De camino al parque Frogner, vi que las casas tienen jardines frondosos. Mi guía de Visit Oslo me contó que, como hay tanta naturaleza, la apicultura urbana está en pleno auge. Existen jardines disponibles para alquilar y colocar panales de abejas; lo pagan con miel, de 2 a 3 kg por año es lo que cuestan. Cada panal puede llegar a obtener hasta 30 kg al año. Hay pocos vehículos, el viento y las abundantes zonas verdes aseguran miel de calidad, sin aditivos y 100% natural. En primavera es más clara y suave, luego se torna más densa y amarga.
Tengo muchas ganas de conocer el parque Vigeland, el más famoso de Noruega. Antes me detuve en la barbería Barberer, espacio grande y revestido de cemento y con solo una sillón (afeitado y corte, 43€ a 86€). Es un placer pasear por la calle Josefines Gate, donde las casas son estupendas.
Frogner y Vigeland, los famosos parques de Oslo
Entramos en el Parque Frogner, donde está el famoso Vigeland. De los 454 km² de superficie que tiene Oslo, dos tercios son de espacios verdes, muchos parques y bosques están protegidos. Es evidente, esta es la ciudad de la naturaleza. Aquí los perros y sus familias lo pasan en grande.
Cantan los pájaros, el sol es amable y unos músicos se sumaron dando vida a sus instrumentos de cuerda. Intenté no perderme detalles de las esculturas, son 200. Están dedicadas a la vida cotidiana. Llaman la atención las que evocan la paternidad; a mediados del año 1900 no era habitual verla representada en el arte. Hay momentos muy tiernos. El artista Adolf Gustav Vigeland (1869- 1943) quiso destacar con ellas que los padres también quieren y adoran a los hijos tanto como las mujeres.
Eran casi las 17 hs. Brilla tanto la luz como la de la mañana. Hicimos la foto de rigor con el «Niño enfadado» («Sinnataggen» en noruego). Antes, te relato lo sucedido. Verlo me emocionó. Para estar a su misma altura, me senté en la barandilla. Lo hice sin mirar atrás. La piedra está terminada en arista, no es porosa, sino resbaladiza. Tenía a Eros en brazos. Perdí el equilibrio. La caída era de cuatro metros sobre un canal de piedra. Estuvimos: ¡apunto de morir! Me quedé helado como el bronce de la escultura. No pude evitar pensar por un segundo que, y en un parque dedicado a la vida, estuve muy cerca de acabar con la vida de mi hijo no humano y la mía. Pero entonces, como me encontraba en la ciudad más feliz del mundo —así lo afirma el World Happiness Report 2017— bajé, besé a Eros y sonreí agradecido para la foto que ilustra la portada de este post.
Tengo más cosas interesantes para contarte. En el próximo post, conocerás los beneficios que tienen los padres y las madres en Noruega e historias de perros ocurridas al pie del trampolín olímpico de Holmenkollen.
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