Nos adentramos en Guérande, villa medieval bretona. Más tarde, visitaremos la Tierra de Sal y cenaremos en Nantes. Tres destinos en un día.
Desde La Baule, hicimos 10 minutos en coche hasta Guérande. Las murallas son poderosas, están intactas. La puerta de Saint Michel, la entrada principal, es imponente. Desde el siglo XV, impresionó a los invasores. Pasando a través de ella, a la derecha, en dos piedras rectangulares casi perfectas, y a la altura de mi pecho, veo unos símbolos. Mi guía me cuenta que fueron realizados por quienes las habían creado siglos atrás, cuando sus artífices no tenían derecho a la autoría de la obra.
Las piedras hablan de tiempos pretéritos, así lo afirma Honoré de Balzac en su novela “Beatriz”. Continuamos por la calle Saint Michel, la calle comercial. Es muy pintoresca. Casas bajas, blasones y la bandera de Bretaña. La oferta es diferente a la que vio Balzac, no hay trajes bretones ni las telas blancas que llevaban los salineros.
Este pueblo encantador es, pues, el Herculano del feudalismo, sin el sudario de lava.
Honoré de Balzac
Pensaba que los macaroons de Ladurée eran los mejores hasta que pruebo los de Christophe Roussel (12 u, 19,90 €). Vivo el presente saboreando las creaciones de este pâtissier chocolatier, miembro del Relais Desserts Internacional y uno de los mejores de Francia según la prestigiosa guía Gault Millau. Unos adoquines más arriba, compré una lata de sardinas en La Belle Iloise, las mejores conservas hechas a mano de la Bretaña (115 g, 2,95 €).
A dos pasos llegamos a la Colegiata de Saint Aubin. ¿Estaremos en la Edad Media? En ese caso, elijo ser un barón bretón con muchos perros. Contemplo su estilo gótico-renacentista. Repican las campanas y vuelan los pájaros. La misma escena vivió la familia Du Glaisquin, la más noble de la comarca, y otras en el medioevo. En la esquina hay una casa blanca y celeste. Como la describe Balzac: una imagen exacta del pasado.
Me fascina la flor de sal y la de Guérande es muy apreciada en el mundo entero. En cinco minutos, llegamos con mi guía a las marismas. Me quedo un rato admirando las salinas de la Tierra de Sal. Me desvelan que el control de su elaboración es exhaustivo. La sal se recolecta a mano y se almacena por tres años para comprobar su calidad. En su evolución, afectan tres factores: el mar, el sol y el viento. Esta sal es de calidad superior, está certificada y se comercializa a nivel mundial. Me tentó su tienda. Compré flor de sal (250 g, 4,60 €) y crème caramel Saint-Guénolé con flor de sal (5,70 €) y caramelos con mantequilla.
Estamos en las vías del tren, qué pocas ganas de irme de La Baule. Por fortuna, aún nos queda esta noche y mañana para disfrutar de Nantes. A las nueve, cené en Le Boudoir. La imagen del resto es un cuadro de un Beagle con marco barroco. En este ambiente de terciopelo color púrpura, Eros se quedó dormido, está agotado. La carta es muy tentadora.
Para despedirnos de nuestra última noche en esta ciudad, con David tomamos una copa en Le Nid. Este bar está en el piso 32 de la Torre de Bretaña y tiene vistas de 360º. No te pierdas el comienzo de nuestro último día en Nantes.
Texto: Christian Oliva-Vélez
Fotos: David Suárez
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