Los burros necesitan amor y en San Cayetano vive una familia que es feliz. Esta es la primera primavera de Margarita.
Durante nuestra reciente estancia en San Cayetano, con Eros conocimos a la familia de burros que adoptaron Mia Hurtado de Mendoza y Alberto Muñoz. En España, por maltrato o abandono, el burro sufre mucho y está casi en peligro de extinción. Ambos estábamos muy emocionados. Hicimos una visita al corral donde descansan Carmelo, Carmela y Margarita, la recién nacida. Abrimos la puerta. Los burros nos enseñaron sus prados de flores. Los equinos son dóciles, muy inteligentes, con una gran memoria y tercos. Qué divertido fue ver cuando Margarita y Eros se pusieron a jugar al pilla pilla.
Al atardecer, rebuznan los padres de Margarita. Mía y Arturo fueron a darles de comer. Sin prisa —como los burros—, me lancé al agua. Las teselas de la piscina son del color del mar en Angra dos Reis, verde esmeralda. Al regresar, Mia cogió su iPad y me sorprendió. Con la domótica, mis anfitriones controlan la casa. Eligió bosa nova, el equipo de sonido es de Bose; mejor imposible. Con Veloso, Vinícius y Toquinho, me dejé llevar. Por momentos, me trasladé a Brasil; a mis aventuras por aquel lejano país. En el horizonte, el pantano de Rosarito y los montes de Toledo; que a esa hora se ven azules. Qué buena energía tiene San Cayetano.
Al llegar las estrellas, la mesa estaba servida. La cocina de San Cayetano es tradicional. Cenamos verduras a la plancha con aceite ecológico de Jerez y huevos (de gallinas felices) fritos y con patatas. De postre, buscamos estrellas fugaces, yo pedí mis deseos, y disfrutamos de un Ribera del Duero de Viña Vilano: ¡el mejor plan!
Y ahora dónde están los burritos? De la Quinta de San Cayetano
Que yo sepa, viviendo felices allí mismo, en su hogar.