Vistas, buganvillas, azulejos antiguos, músicos y pintores crean un escenario que propicia besos, ricos como los pasteles de Belém.
Al salir de la antigua residencia real medieval, escucho ‘Só danço samba’. La brisa templada y la canción me lleva hasta el Mirador de Santa Lucía, un joven interpreta a la guitarra este tema maravilloso de Vinicius. Estamos en Alfama, barrio árabe y el más antiguo, donde Tininha canta fados en su bar.
Un ruiseñor destaca entre las buganvillas y la multitud. Aunque en algún rincón de mi alma, anidan un filósofo, un pintor, un poeta y un fadista, solo soy un romántico. Este escenario es un canto al amor. Y como canta Amalia ‘A quien yo quiero ni a las paredes se lo confieso, e incluso afirmo que a nadie quiero’. Aunque me falten unos ojos para mirar y una boca para besar, me siento afortunado de estar con Eros en una de las ciudades más bonitas del mundo. Nuestras experiencias pueden parecer viajecillos hechos por entretenimiento pero, son un asunto serio, importante. Mis destinos, elegidos, están pensados para fomentar #NoAlAbandono de perros. En esta oportunidad, doy a conocer que la normativa en Portugal ha cambiado, evolucionado, y son los propietarios los que deciden si quieren permitir, en sus establecimientos, el acceso o no al mejor amigo del hombre.
Dicho esto, como no hay besos para mí, en el quiosco del lugar, me refresco con una limonada natural y Eros bebe un poco de agua (3,50 €). Aunque no soy un buen cristiano, las iglesias me fascinan. No me había fijado antes en la igreja de Santa Luzía; solo en su pared de azulejos. El templo acoge la Orden de Malta, que en 2013 celebró su 900 aniversario. Me iría por Alfama, a perderme por sus callejones retorcidos, así los llama Saramago.
Cortinas de terciopelo rojo y la insignia blanca me emocionan por todo lo que simboliza esta hermandad de la hospitalidad. Me siento orgulloso de mi abuelo, él perteneció a esta congregación. Como se echa de menos a los abuelos.
Texto: Christian Oliva-Vélez
Fotos: David Suárez
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