El Molino de Alcuneza, el Doncel, el aroma del campo seguntino y Sigüenza me tienen conquistado.
Estamos en la catedral de Santa María de Sigüenza. Anonadado recorro con la mirada la nave 28 m de altura. Mi anfitriona me conduce a la capilla de San Juan y Santa Catalina. Veo por primera vez al Doncel, está semi-tendido. Él es el caballero seguntino más famoso. Murió peleando contra los moros. La escultura es única, tiene los ojos abiertos y está leyendo un manuscrito. Nadie sabe lo que lee pero se lo ve sereno. Esta es una visita que no hay que dejar de hacer aunque sea una vez en la vida.
Ensimismado, recorro el templo y lo hago con Eros en brazos. Este recorrido es exclusivo, a puertas cerradas, lo organizó el Molino de Alcuneza para mí. Continuando con la visita, en las valiosas rejas de hierro forjado de otra capilla se pueden ver balazos. Además de este espectacular museo, se celebra la exposición “aTempora”. Con motivo de la conmemoración de los 400 años del fallecimiento de los dos máximos exponentes de la literatura universal, en ella se retrata la época en la que vivieron Cervantes y Shakespeare. La curaduría es perfecta.
Me faltó conocer el impresionante Claustro pero creo que Eros está incómodo. Dejo atrás unas columnas salomónicas y salimos del pasado. La luz y los coches aparcados me traen al presente. A través de una reja, que nos abrió una niña educada, conocí la labor solidaria de la iglesia. En este recinto protegido por la antigua muralla, con vistas a la catedral, acogen a un grupo de familias pobres. Los niños juegan con Eros. Nos perdimos por esta ciudad medieval y volvimos a nuestro al Molino de Alcuneza, el mejor hotel de la región.
Texto: Christian Oliva-Vélez
Fotos: David Suárez
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