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Ha llegado el verano y Madrid es un infierno. Con Eros nos refugiamos en la meseta castellana. Allí se encuentra un hotel de reconocida excelencia, un Relais & Châteaux, para pasar unos días de descanso con Eros.
Entramos en la provincia de Guadalajara. Después de una curva, se alza un castillo enorme, fue una antigua alcazaba árabe y ahora un Parador. A su pies, el resto del conjunto medieval de Sigüenza. Bajo las ventanillas del coche. Amapolas y mariposas blancas. A 15 minutos, por una carretera estrecha y llena de encanto, en plena Ruta de Don Quijote, llegamos al hotel Molino de Alcuneza, Relais & Châteaux desde hace tres años. Abro la puerta y, sobre ella, unas campanas anuncian nuestra llegada. El sonido del agua, que corre con brío por el arroyo, nos acompaña hasta la entrada. Según el Feng Shui, el agua en movimiento equilibra el Chi a través del elemento de la abundancia, el dinero.
Bajo la sombra de los árboles, nos recibe la familia Moreno, Blanca es la directora del Molino de Alcuneza. También está Río, el Golden Retriever de siete meses. Hay dos casas grandes, una contemporánea y otra del siglo XV. Me asombra descubrir que al Molino le sobra agua. El río converge hasta la misma casa y pasa por debajo, a través de un canal abovedado y controlado por compuertas. Nos instalamos en una suite del primer piso de la casa antigua. El ambiente es grande, vigas vistas, marquetería antigua, las ventanas dan a la huerta y al campo.
Me pongo el bañador. Me lanzo de cabeza a la piscina. Eros juega con Río al pilla pilla. Debajo de la sombrilla, me sirven un gazpacho de cerezas, queso de cabra eco, aceitunas y un rosado frío. Me siento renovado. Todo lo que nos rodea es muy agradable. Estoy en armonía con el lugar.
La cocina de Samuel Moreno
Entusiasmado, soñando con nuevos sabores y perfumes, me adentro en el restaurante. Samuel Moreno es el chef del Molino de Alcuneza, pruebo sus nuevos platos de temporada. La mesa estuvo regada con un 992 de Finca Río Negro (Guadalajara). Para mí, los vinos de la región potencian la experiencia. Estos han recibido el mismo sol y la misma agua que muchos de los insumos elegidos por Moreno.
Saboreando la cocina de esta casa, me voy con Eros a pasear hasta un campo de trigo salpicado por amapolas. Como él es pequeño, lo cojo en brazos. Estamos rodeados de flores. Siempre quise hacer esto. Me tumbo sobre un colchón natural, como no me atrae la siesta, miro al cielo, está nevando polen pero hacia arriba.
El campo es al mismo tiempo el amante y el enemigo del hombre. Le da todo, se entrega a él, pero le teme porque sabe que acabará con él antes o después. Gonzalo Moure.
Conduciendo el descapotable de mi anfitriona, el viento hace flambear las orejas de Eros como si fueran banderas. En Sigüenza, aparcamos enfrente de la catedral. El edificio es imponente (siglo XII y de estilo borgoñón). Fue bombardeada durante la Guerra Civil y restaurada. Las tres naves son una maravilla. Mi visita a esta casa majestuosa tiene un objetivo, conocer al Doncel. Les contaré nuestro encuentro el próximo jueves.
Texto: Christian Oliva-Vélez
Fotos: David Suárez
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