Durante nuestra travesía por el Douro, entre viñas, encontramos el silencio, descubrí su flora y fauna y probé ricos productos del terruño.
Cielo despejado y viento. Un velero nos aguardaba en el río Douro (en España es el Duero): ¡qué felicidad! Abrí las ventanas de nuestra suite en el InterContinental. Después del desayuno y paseo, viajamos 128 km en coche hasta Folgosa; en el corazón del valle del Douro. Ten presente que, si el perro va sin su cinturón de seguridad la multa es de 250 euros.
El paisaje de la ruta del vino de oporto es un poema geológico. Dioniso acertó en su apuesta. Portugal es un gran país de vinos y el oporto es célebre en el mundo entero. Sus vinos son deseados. Una pareja de ancianos pescaba en el muelle, esperaban a que picara un lucio, carpa o boga. En el velero, ayudé a recoger las defensas y, a ratos, llevé el timón. Navegamos dos horas (150 €; douro-a-vela.pt).
El viajero llena de buen aire el pecho, como quien iza velas para recoger el viento del mar abierto… José Saramago ‘Viaje a Portugal’ (Ed. Debolsillo).
El Duero en Portugal tiene una longitud de 213 km. El capitán me contó que, para hacer la ruta Porto-Douro, antiguamente, se demoraba dos meses; se hacía en rabelo y tenía sus dificultades. Desde entonces, los navegantes le rezan a Nuestra Señora del Buen Viaje. A ambos lados del río, se pueden ver pequeñas capillas dedicadas a la virgen.
Las laderas están cubiertas de terrazas escalonadas con viñas. El valle del Duero es la primera región vinícola demarcada del mundo. En lo alto de una colina, los dominios de Quinta Nova, bodega y hotel boutique que pertenecieron a Americo Amorim. De mis catas (de varios años) y averiguaciones, hice la siguiente lista de las cuatro mejores quintas del valle: do Vesubio, Vale Meão, Crastro y do Côtto. Las bodegas se pueden visitar y catar sus vinos.
En cuanto a la temperatura, las viñas en verano alcanzan los 45º- 50º. Aquel día hacía calor, pero no tanto. Me senté con Eros en el púlpito de proa. Contemplé el paisaje. El Douro es el silencio que habla, se asemeja al silencio de las bodegas y parece estar encantado.
La vela se llenó de aire, un águila salió de entre los árboles. Bien alto, voló un grifo (buitre). Cantaban los papa-figos y mirlos. Hay castaños, madroños y almendros (florecen en marzo) y cerezos (mayo-junio). No faltan olivos, naranjos, manzanos (de la variedad armamar) e higueras (julio-agosto).
Hicimos un alto en el camino. Eros hizo sus necesidades y un restaurante nos preparó un petisco (tapas portuguesas) estupendo. Remontando el río Douro, en la cubierta, tomamos un aperitivo de productos del terruño. Reventé con mi lengua una uva. Mordí el famoso queso de Serra. Qué dicha. Brindamos por este Patrimonio de la Humanidad. Ahora es época de vendimia.
Regresamos a la orilla sur del río para irnos al restaurante del célebre chef portugués Rui Paula. En la próxima crónica, te contaré esta otra experiencia gastronómica a orillas del Douro
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