Nos alojamos en el Parador de Ciudad Rodrigo y disfrutamos de las huertas y el cariño de los mirobriguenses.
Reservé una noche en el castillo de Enrique II de Trastamara, que alberga el Parador de Ciudad Rodrigo. Siendo un adolescente me hospedé con mi familia en este monumento declarado Bien de Interés Cultural. El fin de semana pasado volví con mi hijo no humano y lo disfrutamos muchísimo, parece una localización de Juego de Tronos. Esta fortaleza fue motivo de enfrentamientos, conquistas y uno de los ejes principales por los que hoy podemos vivir una experiencia emocionante en este pueblo tan bonito.
Pasado, presente y futuro
Enrique «el Fraticida» arrebató estas tierras a su hermano Pedro I. El nuevo rey de Castilla conquistó la fortificación y construyó la Torre del Homenaje en el siglo XV. Esta fue una ubicación muy codiciada. El terreno resultaba escarpado y llegar hasta la colina se hacía muy difícil, por el foso natural que brindó el generoso Águeda. Los castellanos tuvieron que defenderse de los franceses e ingleses. Sus grandes episodios de tragedias y luchas son historia pero, parte del pueblo sigue haciendo correr arroyos de sangre que surcan el suelo de su Plaza Mayor y poblaciones cercanas en fiestas donde asesinan a seres sintientes. El domingo los españoles tenemos la oportunidad de aportar a la evolución: ¡acudamos todos a las urnas!
Desde 1931 este castillo forma parte de un de los 97 Paradores, de los cuales, 14 admiten perros (pero no los de gran tamaño). Como se puede ver, los muros han permanecido prácticamente indemnes hasta nuestros días y su propuesta está de actualidad. Nuestro cuarto fue el 113, junior suite en una torre; una de las dos mejores habitaciones del Parador. Al entrar me encontré con pastas típicas, manzana, agua mineral y un bonita carta de bienvenida de la directora. Las armaduras del lobby, la cama con dosel y las ventanas pequeñas me evocaron a Juego de Tronos.
Con Eros en brazos, subimos hasta la Torre del Homenaje. Las vistas son únicas, destaco el puente viejo, el río Agueda, sus huertas y la Sierra de Francia. Aquella tarde, el paisaje se mostró verde intenso y las nubes radiantes. Maravillosa.
En el próximo post compartiré mi visita a una huerta típica y una cena en el taller de una conocida ceramista local. Los demás planes de nuestro viaje tampoco te defraudarán —sí lo hizo Benioff y Weiss en el último capítulo de mi seria favorita—. ¡No te lo pierdas!
Texto y fotos: Christian Oliva-Vélez
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