A 2.000 m de altura, comenzamos el camino alpino Zirbenweg de 7 km de longitud (dificultad media). Lo hice bien equipado con lo último en ropa y calzado técnico para la montaña. Me sentí ligero. Con una experimentada guía de Innsbruck Tourismus recorrimos un sendero de piedras. Hay cembros (Zirbe, nombre de ese pino autóctono en alemán) por todos lados, algunos son centenarios. Olí las rosas alpinas: ¡qué delicia! Disfrutamos del silencio. A vista de águila tirolesa, desde allí arriba, la panorámica de los Alpes, Innsbruck y valle del río Inn te deja con la boca abierta.
Según las hipótesis, siglos atrás, Aníbal transitó por aquí con su ejercito. Como atestigua Polibio (historiador griego): Aníbal se sirvió de este bello espectáculo, único recurso que le quedaba, para quitar el miedo a los soldados. Contemplando la inmensidad de los Alpes, el paisaje no debe distar tanto del que vio él y su ejercito.
Sin estrategia ni elefantes, nosotros hicimos un itinerario de placer que nos llevó dos horas y media. Eros iba el primero, menudo general más audaz tengo. Motivado, me animé a seguirle haciendo un poco de trail running. No me olvidaré de esa sensación de libertad y de contacto con la naturaleza que sentimos. Hambrientos, pero no derrotados, con todo mi equipo comimos en el mejor albergue alpino de estas cumbres. Más adelante te contaré los detalles de nuestra tercera visita a Austria, que, esta vez, fue orquestada por Innsbruck Tourismus.
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Texto: Christian Oliva-Vélez
Fotos: David Suárez
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