Amanece con sol. Salimos temprano. Un carruaje nos espera. Visitaremos jardines de ensueño. Veré de cerca las localizaciones de “Sonrisas y Lágrimas”. Beberé cerveza de los Agustinos. Degustaré los postres y cafés más ricos de Austria. Y disfrutaré de Mozart en el teatro más coqueto de la ciudad.
Después de mi ritual del desayuno en el Sacher, con ritmo vivace bajamos hasta el Castillo de Mirabell, donde Julie Andrews y los niños bailaron y cantaron la secuencia final de “Do-Re-Mi-Fa.”. Con Esperanza Pérez de la Mata, mi guía, entramos con Eros. Este edificio es el ayuntamiento. En un salón muy elegante es donde se celebran los matrimonios y, entre estos muros, también acuden a divorciarse. Nos cruzamos con varios políticos importantes, ninguno lleva escolta ni nadie les interrumpe. Es muy agradable ver lo respetuosos que son los austriacos con todo.
En la catedral, nos espera un carruaje. Aunque utilizar caballos para este uso no me agrada, aquí veo que los cuidan y que los conductores llevan una buena preparación. Me aseguré de que los caballos son respetados, tienen sus horas de descanso. En fin, nos montamos. Eros va sobre un protector que han puesto sobre el asiento. Aunque esto es muy turístico, es una manera de descansar y contemplar Salzburgo desde otra perspectiva (50 min/ 4-5 personas/ 175 €). Al paso, a nuestra izquierda tenemos la casa de Mozart y donde han colocado en frente una obra de Tony Cragg, es una experiencia potente. Me pareció estar escuchando el fortepiano de Mozart. Continuamos por la rivera del río Salzach hasta la iglesia Müllner, está al noreste y es el final de la ciudad.
Se ha nublado. Sin dudarlo, continuamos con el próximo plan que me propone Esperanza. Es tan fantástica que a todo le digo que sí. En un marco idílico, rodeado por los Alpes nevados, está el palacio de Hellbrunn. Llegamos en autobús a esta Residencia de Verano. Antes de llegar, paseamos entre árboles inmensos, un arroyo donde crían esturión y estanques con patos. Pasamos por la puerta del palacio de Frohnburg, su patio y frente sirvieron de fondo a “Sonrisas y Lagrimas”. Por aquí hay magníficas propiedades. Estoy maravillado, quién no querría vivir aquí. Me encuentro con la casa más fabulosa. Esta tiene importantes obras de arte contemporáneo en el jardín, se trata del hogar del prestigioso galerista Ropac.
Llegamos al palacio. En sus jardines hay patos mandarín, me fascinan desde pequeño. Me quedo un rato mirándolos: ¡son bellísimos! Me acerco al romántico pabellón de “Sonrisas y Lágrimas”, donde el Barón y María cantan “Something good”. Sin darnos cuenta, ha llegado la hora del aperitivo. Volvemos a la ciudad.
Nos metimos en la taberna de los Agustinos (Augustiner Bräu). Aquí se dan cita los locales. Vienen además a escuchar música en vivo, a ver partidos de fútbol y acuden a la fiesta anual de los Agustinos, que desde 1621 siguen utilizando el mismo proceso de elaboración. Su sabor es único, la pruebo en una de las salas (5.000 m), que parecen comedores de una película de Harry Poter. La atmósfera es auténtica, hay toda una cultura entorno a la cerveza (a partir de 1,60 €). Uno puede llevar su comida o comprarla aquí en los puestos que hay y sentarse en las mesas, la mayoría se comparten, no es necesario hablar con nadie ni siquiera saludar, cada uno va a su rollo. Eso sí, cuando alguien invita, toda la mesa se pone a cantarle. Como hace todo el que viene, cogí un par de jarras de una estantería, que parecía más bien una biblioteca, pagué, las enfríe debajo de un grifo y las entregué para que las sirvieran. En verano tienen habilitadas las mesas de la veranda que hay antes de entrar. Al parecer, es costumbre que las mujeres beban en las jarras de cerámica pequeñas y los hombres en las medianas o grandes, como ves, es una sociedad machista. Para los amantes del barril, un imprescindible es acudir a Stiegl, la cervecería que desde 1492 ha conquistado el paladar de Mozart y de todo aquel que deguste alguna de las diez tipos de cerveza.
Hasta más tarde, me despedí de Esperanza. Para que a Eros no se le hiciera tan pesado, comí una hamburguesa bio y vegana en Bio Burger Meistre (Linzer Gasse, 54). Volvimos al Sacher, todo está tan cerca que me encanta poder hacer estos descansos. Lo sequé con toalla y secador. Al rato, pensando en los sabores de Austria, me apetecen dulces. Los austriacos son los reyes de los postres y la cafetería del hotel Sacher es la creadora de una de las tartas más famosas del mundo, desde hace más de 150 años, la tarta Sacher. Hoy elijo un apfelstrudel con nata recién montada, está riquísima. Tomo un café, es toda una experiencia para los amantes de esta cultura austriaca. Son muy apreciados el Sacher Melange, Einspänner y Fiaker. Todo ellos los crea la casa Julius Meinl, es el epitome de la calidad desde el Imperio Austro-Húngaro. Estamos en el mejor lugar del mundo donde podíamos estar y Eros esta muy a gusto.
Anochece en Salzburgo, con Esperanza dimos un largo paseo por el río y el centro. Vuelvo a tentarme. No acostumbro a tomar café pero aquí es exquisito. El aire nostálgico del Café Bazar me apasionó. En este reducto se han dado cita, desde su apertura en 1909, los intelectuales y las personas más interesantes de Europa como: Marlene Dietrich, Stefan Zweig, Thomas Bernhard, Romy Schneider, Arthur Miller, Arturo Toscanini entre tantos mortales, como Eros y yo, que disfrutamos del tradicional café vienes. Por tradición, hasta que no te bebes el agua del café no comunicas que has terminado y puedes pasarte todo el día leyendo la prensa, es una costumbre muy respetada. También esta el Café Tomaselli, el más antiguo de Austria (1705), pero hoy no me dio tiempo a conocerlo. Fue y es frecuentado por muchos personajes ilustres, desde Mozart hasta Hebert von Karajan. Mermelada de albaricoque (marile).
Nos despedimos de nuestra cicerone. Esperanza es absolutamente recomendable, es maravilloso el conocimiento general que tiene sobre Salzburgo y es un encanto de persona. Me regaló un trapo magnífico para secar a Eros. En un rato, acudiré a la opera “La Flauta Mágica” de Mozart, la primera vez la disfruté en el Teatro Colón (Buenos Aires) y llevé a mi hermano pequeño. Le guardo mucho cariño a esta obra. Dejo a Eros en el Sacher. Nada más cruzar la calle, me voy al Landestheater, un coqueto teatro comunal al que acuden todos. Entro a la platea a través de un corredor vestido de damasco rojo, me fascina. La pasión por la música está al rojo vivo. Para mi sorpresa, y como si estuviera en una misa, no voló ni una mosca. Todos aplauden y dejan de aplaudir al unísono. Es asombroso, parece que estoy rodeado de militares. Aquí la música la respetan muchísimo, desde los 6 años juegan con los instrumentos, la música está muy presente en sus vidas. Esta opera bufa cuenta con la cooperación del Teatro de Marionetas. Por ser una interpretación diferente, me entretuvo, pero tampoco me emocionó tanto como la representación en el Colón.
Pensando en Mozart, en su última obra antes de morir, me dejo caer por el café del hotel. Es acogedor, su comida y atención es muy agradable. Se ha llenado con los que acudieron también Landestheater, al parecer, hacerlo es otra de las tradiciones locales. Vuelvo con Eros. Hemos paseado mucho y ha sido un día lleno de emociones. Pongo a Nikolaus Harnoncourt, conde de la Fountain, es el mejor director de la música de Mozart, tiene más sensibilidad que otros. Esto lo descubrí estando aquí en “El Escenario del Mundo”. Dicen que nunca te acostarás sin saber algo nuevo, ahora sé que Mozart tuvo otro perro en Viena, se llamaba Gauckerl, y le dedicó una poesía humorística a la que tituló “El perro lleno de arte”. La buscaré. A dormir. Mañana dejamos el lujo atemporal para descubrir el estilo Modernista y eco de Salzburgo. En el próximo post revelaré nuestro próximo hotel para los últimos días.
Texto y fotos: Christian Oliva-Vélez
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