En la tumba de los duques de Bretaña, encuentro el símbolo de la fidelidad. Una Callejuela me lleva hasta su castillo. El ducado me tiene fascinado.
Empezamos el día paseando por el barrio de Bouffay, la antigua ciudad medieval. Llegamos a la Catedral Saint-Pierre y Saint-Paul, que sufrió un devastador incendio un año antes de que yo naciera y está totalmente restaurada. Es gótica y sus bóvedas son más altas que las de Notre Dame de París (37,5 m). La obra maestra del santuario es el sepulcro de Francisco II y Margarita de Foix, duques de Bretaña. Lo encargó su hija Ana de Bretaña, dos veces reina de Francia, en 1506 (visita gratuita). Comienzo a recorrerla. En los ángulos hay cuatro estatuas, representan las virtudes de la prudencia, templanza, moral y justicia. ¡Hay un perro! Qué emoción. En el arte, el perro representa la fidelidad. Él lleva un elegantísimo collar engalanado de armiños, símbolo de Bretaña y, a sus pies, el escudo. Esta magnífica obra, esta alegoría, simboliza la fidelidad al ducado de Bretaña.
Eros me espera afuera con mi guía. Pienso que necesitará un árbol para hacer pis. Detrás de la catedral, por la callejuela Saint-Laurent hay un parque con un castaño gigante. Estamos ante la imponente La Psalette. La arquitectura de este palacete del vicecanciller de Francisco II es muy particular, tiene forma cilíndrica y rectangular. La disposición de estos planos es excepcional. Apoyo mi espalda en el tronco. Levanto la mirada hacia la bóveda de ramas, hojas, castañas y sol. Cierro los ojos. Tomo contacto con mi respiración. Doy gracias por estar en este bellísimo lugar con Eros.
Siguiendo la Línea Verde, a pocos pasos, llegamos hasta el castillo de los Duques de Bretaña. Es el último château del Loira antes del Océano. Asombrado, me quedo inmóvil, como la escultura de Ana de Bretaña. Es impactante. Entre patos, paseo con Eros por los jardines del foso. Antiguamente todo estaba cubierto hasta arriba de agua y los tres puentes eran levadizos. Imaginad, quedaba aislado, era inexpugnable (con el abono Pass, la entrada es gratuita e incl. audio guía). Eros se quedó fuera de la fortaleza con mi guía. Al pasar la puerta, me encuentro con un palacio renacentista, lo contemplo recorriendo el patio. Subo a las murallas. Ondean banderas bretonas. Hago una ronda de 500 m. Desde lo alto pienso en el poder que tuvo Bretaña. Era tal que los reyes de Francia la han deseado siempre. El palacio acoge el Museo de Historia de Nantes, merece la pena visitarlo.
Llego al puente de piedra, Eros me espera pacientemente. Pisando la línea verde, ponemos rumbo al estuario. Si sabes francés, puedes solicitar un guía gratuito o también hacer el recorrido en bicicleta. Antes de cruzar el puente hidráulico, hicimos una parada en el Memorial de la Abolición de la Esclavitud. Este monumento es único. Más de 12 millones de hombres, mujeres y niños africanos fueron vendidos o intercambiados por azúcar y café en América. Más de 27.233 expediciones negreras partieron desde Europa entre los siglos XV y XIX. Más de 1.800 lo hicieron desde Nantes. La historia es escalofriante y nos recuerda que cualquier tipo de esclavitud es inaceptable.
Aún queda mucho por conocer. Nos vamos al barrio de la Creación, una zona residencial nueva creada en la antigua zona portuaria. Estad atentos, el próximo jueves compartiré la última crónica de nuestro viaje a Nantes.
0 comentarios
Trackbacks/Pingbacks