Aprovechando los últimos días cálidos, nos vamos con Eros a disfrutar de Viena.
Viena es nuestro próximo destino en Austria. El vuelo con Iberia es rápido pero recomiendo estar antes en el aeropuerto. No se puede hacer check-in online porque hay que presentarse con el perro y pagar su tarifa (50€/ trayecto). Antes de pasar el control, damos un paseo y, apurando el tiempo, meto a Eros en el transportín justo antes de embarcar. De este modo, se hace más llevadero para él.
Suite panorámica en el hotel más moderno de Viena
En el aeropuerto de Viena cogimos un taxi hasta el hotel (55€). El 25 hours es un hotel alemán, su diseño es contemporáneo y divertido. La habitación tiene carácter (A 200 €, 15 € por Eros y 19 € desayuno). Eros tiene una gran cama de ante que pone “this is a no cat area.” (esta no es una zona para gatos) y sus bowls. La pared de mi cama está pintada con una escena de circo que me recuerda a Toulouse Loutrec. Es muy espaciosa, tengo un sofá chester, maletas antiguas, kitchenette y unas vistas imperiales. A mi derecha, el museo de Historia del Arte, el de Historia Natural y, a la izquierda, el Palacio de Justicia.
Como detalle de bienvenida, tengo un cepillo de dientes creado con papel reciclado y otras curiosidades: un packaging que dice “25 seconds of fame” (25 segundos de fama). Al abrirlo, un condón Billy Boy. Los 15 minutos de gloria de Andy Warhol dan mucho juego. Este hotel es perfecto, tiene identidad propia y todo se puede hacer a pie.
Ringstrasse, celebra este año su 150º Aniversario
Parece fácil moverse por la Viena. Para visualizarlo, los distritos que la componen crean un caracol y el centro es un anillo, el Ring. Esta avenida, la Ringstrasse, celebra este año su 150º Aniversario. Nosotros estamos en el MuseumsQuartier.
Vivir y dejar vivir. Famosa máxima vienesa.
Salimos a reconocer el terreno. Llegamos hasta la Ópera en 15 minutos. Comimos en Bitzinger (perrito y cerveza, 7.50 €), el puesto de salchichas que está en frente del Sacher Hotel y a lado del museo Albertina. Mientras comía, mantuve una agradable conversación con una pareja de coleccionistas alemanes que están aquí por la feria de arte.
La pastelería preferida de Sisi la emperatriz
Elegí el postre en Demel Chocolatiers 1786, la pastelería preferida de Sisi la emperatriz. Probé el appel strudell de ciruelas con un chocolate caliente (9,50€). En Viena se paga en efectivo —lo aprendí, este año en Salzburgo, y el 10% de propina es lo adecuado—.
La Viena del emperador Francisco José
Con Gabriela Jemelka, guía austriaca de la Oficina de Turismo de Viena, entramos a la Viena del emperador Francisco José que aloja 19 museos. El invernadero es magnífico, fue creado en 1901. En este edificio Art Nouveau está la casa de las mariposas y Palmenhaus, una brasserie que tiene éxito. Justo enfrente hay un parque pero no se puede acceder con perro.
Pasando por las hazañas de Hércules y la Escuela Española de Equitación a la izquierda, en este marco Imperial, Gabriela me contó que Sisi prefería los animales que a las personas. Tenía 50 caballos y varios perros. Los mismos eran retratados y, en su museo, se los puede ver en muchas de las obras. Isabel de Baviera montaba muchísimo hasta que sufrió de reumatismo. Nunca dejó de viajar, tenía su propio tren y barco. Otro dato curioso es que los caballos lusitanios que se utilizan en la Escuela, la más antigua de Europa, nacen oscuros y luego se vuelven blancos.
Existe tan poca verdad al ciento por ciento como alcohol puro. Sigmud Freud a Stefan Zweig.
Hablando de caballos, el más colosal es el que monta el príncipe Eugenio de Saboya. Se lo ve muy apuesto, fue un gran conquistador, coleccionista de arte. El palacio Belvedere fue uno de sus caprichos y a él solo le gustaban los hombres. Actualmente, rompiendo con el pasado terrorífico de esta plaza, se celebran conciertos, desfiles y eventos llenos de diversión.
Nuevo campus universitario
Cogimos el metro. Aunque tengo la tarjeta de The Vienna Card, se accede sin pasar ningún tipo de control y solo se presenta si un revisor la requiere. Llegamos hasta el nuevo campus de la Universidad de Economía, al parecer, esta es la carrera más elegida. La universidad pública es gratuita, solo se paga si el alumno no tiene buenos resultados. En este complejo se ven miles de estudiantes, profesores, bicicletas, perros y arquitectura moderna con edificios firmados por reconocidos artistas como Zaha Hadid entre otros.
Viviendo como un vienes
Dejando atrás el nuevo hito de la arquitectura más futurista, regresamos a la antigüedad con pompa imperial. Detrás de la Catedral, tomamos el té en un oasis urbano y escondido del turismo, es la casa Haas & Haas (Stephansplatz 4). Elegimos scons con mermelada de melocotón y queso de untar acompañados de earl grey tea (15,80€). Tienen un elegante salón interior y un patio donde Eros estuvo cómodo. Le pusieron un bowl con agua de Viena, su calidad es excelente.
Nos despedimos de Gabriela. Volvimos paseando por el Goldenes Quartier, el distrito de las firmas de lujo, el más caro de la ciudad.
En la habitación, mientras escribo, Eros juega con su pelota y las cúpulas de los museos están iluminadas con LED verde y violeta. Descubrí algo curioso, el museo de Historia del Arte ha creado un casco y es deslumbrante. No es el de oro que lleva Palas Atenea, que está a dos calles de mi hotel, sino uno dorado con efecto metálico para montar en bicicleta (49€). Lo llevan puesto muchos vieneses. Un porcentaje de su venta es destinado a la reforma del museo.
Bajamos para dar un paseo. Creo que me iré a la cama sin cenar. He estirado el día al máximo y es hora de que ambos descansemos para mañana poder disfrutar de los planes previstos. Leo a Stefan Zweig. Apago la luz. Desde mi cama, veo el Parlamento encendido. Parece el palacio de un cuento de fantasía. Hasta mañana, Eros. Continuará.
Texto y fotos: Christian Oliva-Vélez
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