Me despierto con Viena en la cama. La luz del amanecer y las vistas del Museum Quartier son protagonistas y me hacen sentir grande aquí arriba, en la panoramic suite de la sexta planta del 25 hours hotel.
Subo a Eros a la cama. Él también se queda contemplando las vistas. Hago unas asanas. Luego, en la cocina, me preparo un té de la casa Samova. A la hora de vestirme, estando en otoño, en Viena hay que salir prevenido para casi todo. Para prevenir, en la tienda del hotel compré unas camisetas de 94% algodón eco y 6% elastina de Bread & Boxers, una firma suiza que ha sabido crear los favoritos de todos los días con una calidad y patrón muy cómodos (camiseta, 29.90 €). Solo me tengo que poner mi down sweater de Patagonia, el plumas de Peuterey y estoy listo para lo que nos depare el día.
Es temprano, las ocho, nos metimos en el patio del MuseumQuartier. Le hice una foto a Eros en los tan solicitados asientos de MQ, símbolo del distrito. Ahora lo dejo en la habitación con su comida y juguetes y bajo a desayunar, él puede acompañarme pero prefiero hacerlo solo. La selección musical del restaurante está en la línea de los superalimentos que he seleccionado, nada de salchichas ni bacón. Tomé varios tés de jengibre con jarras de zumo de limón, con tantos cambios de temperatura me conviene reforzar mis defensas.
Haciendo la compra en las mejores direcciones
Listos para vivir Viena outdoor, nos fuimos paseando hasta el Naschmarkt. En este mercado todo viene directo del campo o de los lagos, es una tentación. Sabiendo que Viena tiene magníficas materias primas y ecológicas, elegí un hotel con cocina. Por lo pronto, compré solo moras. Desde allí, pasando por magnífico edificio de la Secesión seguimos hasta Julius Meinl am Graben, la tienda gourmet por excelencia.
En el camino, nos acompañó una austriaca que me dio a conocer la escultura realizada en conmemoración de los fallecidos durante la peste que diezmó a la población. Julius Meinl am Graben es el único supermercado donde los perros no se quedan afuera, hay que entregarlo en la sección de información. En la oficina tienen una correa atada a la pared. Eros se quedó en esta “guardería” un rato mientras yo me tentaba con los productos de Austria, chocolates, frutos rojos, nueces, smothies alemanes de Trué Fruits…
Motto am Fluss, un clásico de la gastronomía a orillas del Danubio
Como tenía compra de nevera, regresamos. Dejé todo en nuestra habitación. Miro el reloj, nos espera un amigo para comer en un barco. En taxi llegamos en 15 minutos al Motto am Fluss (menús a partir de 16€). Este barco está sobre el Danubio, pero la embarcación no navega. Se trata de un restaurante muy bueno creado en un barco. Tiene un ambiente estupendo, me divertí mucho con Florían Wiesinger de Turismo de Viena y Eros fue muy bien recibido.
Tomamos el aperitivo con un vino blanco de Edlmoser, un excelente vino de la región. Como en esta ciudad el slow food es algo muy promulgado, comimos pescado de los lagos de las montañas y otras maravillas que me brindaron un extra de energía para el siguiente plan.
Senderismo por los viñedos de Viena
Sin dudarlo, como no conozco la siesta, me fui con Eros a hacer senderismo por los viñedos de Viena. Otro coche nos llevó en 30 minutos hasta la parte alta (35 €). Estamos en la montaña de Kahlenberg, menos mal que llevo un plumas puesto. El viento sopla helado. Desde aquí, las vistas de Viena son imponentes. El silencio y el contacto con la naturaleza es lo que más me fascina, es lo que más disfruto porque puedo compartirlo con Eros y sin correa. Él está corriendo y dando saltos de alegría entre los viñedos.
En el camino, nos encontramos con ciclistas y conocimos a un hombre del distrito 19, este barrio es de casas bonitas, residencias de embajadores y muy tranquilo. El señor resultó ser un trotamundos y sube a la montaña siempre que necesita airear sus pensamientos. Bajamos conversado animadamente entre viñas. Nos despedimos.
Nosotros seguimos hasta Schübel-Auer, la taberna preferida de el vienes que acabamos de conocer. En esta gran casa de madera se dan cita los locales y los que aprecian la auténtica cocina austriaca. Veo que la atmósfera es perfecta para estar con amigos o en familia. Me hubiera quedado si el sol brillara. Hasta pocos días atrás, el verano se pareció mucho al de España. Sin más, nos subimos al tranvía donde los perros deben llevar bozal. En nuestro caso, el chófer hizo la vista gorda. Son todos tan amables: ¡qué placer! El periplo vitivinícola nos llevó 3 horas.
El amor es como el vino, y como el vino también, a unos reconforta y a otros destroza. Stefan Zweig
Viviendo nuestro barrio, el MuseumQuartier
El tranvía y su ruta es pintoresco, pasa por el barrio rico y el obrero hasta llegar a MuseumQuartier. Nos bajamos en frente de la estatua de Palas Atenea. De camino al hotel y dentro del distrito 21, compré unos quesos en Jumi; casa está especializada en quesos suizos. A dos calles, me deje asesorar en la vinacoteca Vinoe.
Estamos en la habitación. Eros duerme plácidamente. Mientras repaso mis notas, escucho a Cecilia Bartoli interpretando a Salieri. Tengo la cena lista. Pescado con puré, moras con chocolates de Tiroler Edle y de Valrhona, un queso suizo con nueces y el vino más importante de Austria, un Zweigelt del monasterio de Klosterneuburg (fundada en el 1114). Con mi escenario, una fusión del Tirol, imperial y cabaretera, cenar en mi habitación es lo más auténtico. Qué haremos mañana, os lo contaré en el próximo post.
Texto y fotos: Christian Oliva-Vélez
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