La artista e influencer sabe llevar el vínculo humano-perro a una pintura con acuarelas, así inmortaliza como mira Eros.
Conocimos a Lulu Figueroa Domecq el año pasado. Su abuela, la condesa de Romanones, le había dando una lista de personas importantes en el mundo del arte y, por algún motivo, el mío figuraba en ella. Desde aquel día, es una maravillosa colaboradora de nuestra causa «No al abandono». Esta imagen fue tomada por ella durante nuestro paseo por la Casa de Campo (Madrid). Estaba con su familia, Adrián, Lora y Mollie. Todos divinos, achuchables.
Fue una tarde mágica. El Lago de la Casa de Campo brillaba, una orquesta de pájaros celebraban la vida y la sombra de los árboles nos acariciaba. Yo me enamoré de Lora, su teckel, y la artista quedó cautivada con Eros. Esta obra, en tonos tierras y en grises, recoge la luz de ese primer encuentro. Es admirable el trabajo de Figueroa Domecq, la postura, el collar Seresto y el rostro es de un realismo asombroso.
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