Gaia es la vecina de Oporto y, desde su costa, se aprecia una de las vistas más pintorescas de Europa.
Al regresar del Valle del Duero, nos despedimos de la última tarde en Oporto en la costa de Vila Nova de Gaia; para ver la ciudad desde otra perspectiva. Como sucede con una pintura impresionista, el conjunto de las pinceladas, que componen esta panorámica, se aprecian mejor tomando distancia. Uno de los puentes que unen las dos ciudades es el de Don Luis I, símbolo de la ciudad. Lo cruzamos en coche.
Si yo siguiera pintando, y si fuera bueno, esta vista la plasmaría en un lienzo. En el muelle, un joven dibujaba lo que veía. Nos acercamos a los rabelos, son embarcaciones más grandes de lo que parecen. En Gaia, las bodegas ofrecen una experiencia ineludible para los amantes del vino.
De regreso al hotel, iba maravillado con los colores de las casas, el arte urbano, las paredes de azulejos y las esculturas. Después de un día navegando y disfrutando de los sabores del Duero, me duché, serví a Eros su ración y salimos a cenar.
Cenamos en el restaurante Traça
Por la noche Eros no suele acompañarme, menos aún cuando no hemos parado en todo el día. Él necesitaba descansar y se quedó en el cuatro del hotel. Reservamos una mesa en el restaurante Traça, platos de cocina tradicional, riquísimos, y la atención es estupenda: ¡me encantó! (25 €). Antes de regresar a Madrid, pasamos una mañana de compras y disfrutamos de la comida más rica de nuestro primer viaje a Oporto. Te contaré todo el jueves, estate atento.
0 comentarios