El Sena, árboles que van desnudándose a nuestro paso, libros que esperan y puentes románticos.
La brisa del Sena puso a volar las orejas de mi pequeño hijo no humano. Un pintor expuso sus pequeñas pinturas en el romántico puente de l’Archevêché. Acaricié el tesoro de los bouquinistes de libros antiguos a las orillas del río, dan ganas de comprarlos a todos. Eros saludó a dos West Highland white terrier y dos Spaniel Bretón quisieron saludarlo a él.
Entré con Eros en brazos a la librería Shakespear & Company, una institución (libros nuevos y usados). Junto a su puerta, abracé un árbol que lo ha visto todo. Nos cruzamos con un paseador en lomboard llevando a once perros.
Bajamos al Quai de la Seine para buscar a los pescadores que entretuvieron a Hemingway, en los años 20, mientras tomaba su botella de vino; cuando tuvo dinero, lo acompañaba de pan con queso o chorizo.
Después del Pont Neuf, encontré a un pescador y a una pareja de enamorados. El Pont des Arts está impecable —ya no tiene esos símbolos del amor—, ahora sí que es romántico. Navegando por aquella mañana tan entretenida me sentí renacer. Si tuviese la oportunidad, como Hemingway, yo también viviría en París. Nos subimos a un taxi. Atrás quedó la brisa del Sena, teníamos que llegar puntuales a la cantina de moda; donde nos esperaba una mesa. Este miércoles publicaré todos los detalles.
0 comentarios