Laverónica, el secreto mejor guardado de la capital, nos robó el corazón.
Mariana Gyalui recibió el testigo de Laverónica de su tía, el restaurante cumple 30 años en diciembre. Mariana, hija de abogados argentinos, también ejerció la abogacía y la gestión cultural. Fue manager de grandes artistas como Chabela Vargas, Diego el Cigala o Sara Baras entre otros. Como verás, Gyalui es reconocida en la música y en la gastronomía. Sabe compartir con amigos y con todos aquellos que quieran disfrutar de la buena mesa en este lugar de encuentro, genuino y dog friendly.
Este enclave foodie de excepción empezó llamándose La Vaca Verónica, inauguró en el año 1988 y en la calle del mismo nombre; era pequeño y allí solo cambian diez comensales. Por aquel entonces, servían entraña argentina, espaguetis con carabineros, ensaladas y postres caseros.
Desde hace veinte años, Laverónica se encuentra en la calle Moratín 38, en el singular Barrio de las Letras. La paleta cromática del espacio vibra con energía positiva sobre un lienzo blanco. Su carácter es único. Mobiliario italiano de los años 60- 70, lámparas de diseño y, del techo, cuelgan mensajes estimulantes. La curaduría del espacio resulta sorprendente y acogedora.
En la mesa, Mariana nos agasajó con su cocina (menú mediodía, 16.20€). Con su equipo, ejecutó un experiencia que alabé. Una de las señoras de Laverónica —todas encantadoras como una tía predilecta— descorchó un Habla del Silencio, crianza carnoso y potente (23,50€). Llegaron platos riquísimos, albóndigas de sepia y gambas y pasta fresca con carabineros; el plato estrella de la casa. De postre, tarta de chocolate negro con frambuesas (6€). Volveremos pronto y brindaremos por su aniversario.
Texto: Christian Oliva-Vélez
Fotos: Christian Oliva-Vélez/ Laverónica
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