Despedimos al sol en Oporto. Suspiré. Una cantina me sorprendió. No te pierdas nuestro diálogo con la ciudad del Douro.
Entré con Eros a la Estación de Trenes de San Bento. El sol bañaba sus andenes y los azulejos azules y blancos. Viajar en tren es una aventura romántica y esta estación, del año 1916, es irresistible. Recorrí el hall, está decorado con más de 20.000 azulejos en los que se representa la historia de Portugal. Sin duda, se trata de una de las estaciones más bonitas del mundo. Al atardecer, despedimos al sol desde el puente de Luis I. Esta obra imponente la firma Théophile Seyrig. En la rivera, las barcas dormían y las casas de la colina brillaban con la hora dorada.
Para cenar, investigué los restaurantes de la rua das Flores. Entré, miré y leí las reseñas en Google. Cantina 32 tiene encanto y un buen chef. Me pareció genial la etiqueta de Diálogo, obra de Luís Afonso; un caricaturista conocido. De una forma muy agradable, este vino brinda el carácter del Douro. Me divertí probando los platos del conocido Luis Américo. Sus recetas se elaboran con productos regionales y todo está buenísimo.
Antes de dormir, disfrutamos del barrio de Batalha. En la catedral o Sé do Porto, Monumento Nacional —visita imprescindible—, encontré una zona verde donde Eros pudo levantar la pata. Un Afonso Henriques gigante nos miró desde su caballo. Los azulejos del templo son una maravilla. Me apoyé en la muralla, el edificio parece una fortaleza medieval. Dos gaviotas estaban cortejándose. El macho quiso montarla pero ella no se mostró receptiva. Él insistió y ella voló.
En la próxima crónica, hazte con la mejor ruta de compras de la ciudad.
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