Barrio del Castillo (Hrad?any). Sobre adoquines, me dejo llevar por su belleza. Le digo a mi guía: quiero perderme.
Seguimos en la parte alta de Praga, en lo que antes fue la residencia de los reyes de Bohemia y, desde 1918, del presidente. La bandera está izada, significa que su dignatario está en el país. Vemos el cambio de guardia. Entré al Castillo con Eros en mis brazos. Visité la catedral de San Vito, él se quedó afuera esperándome con Jitka, mi guía. Esta es la mayor muestra de Arte Gótico de Praga, símbolo de todo el país. Atesora las joyas más valiosas de la Corona Checa, solo se muestran cada cinco años. En el Callejón de Oro me acuerdo de Franz Kafka, tuvo un padre tiránico como yo. Vivió en el número 22. La calle parece de cuento, pero antiguamente estaba muy sucia.
…a la que he denominado: la calle para que los suicidas tomen impulso. Franz Kafka.
Hablando de la infancia, los juguetes de madera son un clásico de la República Checa y “the rocking horse” es una pieza muy simpática. Encontré este caballito en la calle Lorentánske nám, 3. Pasamos por el palacio Lobkowiczm, su café con terraza ofrece unas vistas espectaculares (apple strudel y té, 160 czk). A mi izquierda, una rubia y un Pomerania, los saludo. Carolyn Eaves es holandesa y viaja con Teddy. Este encuentro me parece singular, lo relaciono con Isabel de Pomerania, la última mujer de Carlos IV, reyes de Bohemia. Continuamos bajando hacia el centro. Las marionetas aquí son un must. En la Galerie Michael desperté a Mozart. A duras penas lo hice caminar. Mi único espectador fue Eros, no percibió mi falta de destreza. Él le dio besos, se ve que le tiene cariño; Mozart nos acompaña cuando escribo.
En Malá Strana (barrio Pequeño) visito la Librería Shakespeare. Busco el libro “Cuentos de Malá Strana” de Jan Neruda, un retrato costumbrista de este barrio en el siglo XIX. Nos encontramos con una dogsitter y Calimero, el perro del propietario Kampa Group, el restaurante de moda. Ella lleva una chaqueta de Jack Wolfskin, el logo es una huella de lobo. Con un smothie en Bakeshop, un pequeño bekery, llegamos a Artel. Esta tienda de cristal de bohemia y de diseño muestra pasión por los perros. De teckel tienen vasos de whisky (130 € aprox.), escultura, bolsos y monederos. Tienen su propio taller, por encargo, plasman la imagen de un perro a partir de una fotografía.
Siento que voy con una estrella, son muchos los que piropean y fotografían a Eros. Está claro que, en Praga los perros son muy bienvenidos. Percibo que es una sociedad civilizada, con Eros puedo disfrutarla casi sin limitaciones. Suena el Reloj Astronómico, es celestial. Tenemos una mesa reservada en Lokál U Bílé kuzelky, locales y cocina checa con una decoración muy original. Hay hasta un teckel dibujado en una de las paredes. El próximo jueves, continuaré con el relato de nuestro primer día.
Texto: Christian Oliva-Vélez
Fotos: David Suárez
Conocí Praga y no me importaría volver es como entrar en otro tiempo y espacio.