Bajamos del tren en La Baule, un balneario muy chic. Eros disfrutará a lo grande en <<la reina de las playas>>. Degustaré la gastronomía bretona. Pasearemos entre sus villas y conoceré sus mejores hoteles dog friendly.
Francia tiene varios balnearios estupendos y La Baule es el más exclusivo al noroeste del país galo. Como ocurría a finales del siglo XIX, llegamos en tren (50 min desde Nantes). En la bahía, Eros corre feliz por la playa. Su arena fina me sorprendió. Descubrí que sus 9 km están cubiertos de cristalizaciones que brillan como los cristales de Swarovski. La estampa es très chic. Villas estilo Belle Epoque, típicas casetas de rayas azules y blancas para alquilar (tants), cuervos, conchas y algas. Eros juega con otros perros. Como canta Charles Aznavour, “Merci madame la vie”; doy gracias a la vida por darme la posibilidad de estar aquí con mi mejor amigo. Si hablara correctamente el francés y tuviera algún que otro millón de euros, viviría también en La Baule: ¡me encanta! En esta playa, por la mañana temprano y por la tarde, montan a caballo. Es el destino perfecto para los aficionados a la equitación. En verano se celebran importantes concursos internacionales de salto con los mejores caballos del mundo y torneos de polo en el Brittany Polo Club.
Querido lector, para otro viaje mío o tuyo, hago una visita a los mejores hoteles dog friendly. El más coqueto y pequeño es el Saint-Christophe. Está el famoso Hotel Barriére Le Royal, antiguo hospital para niños con tuberculosis, una de las mejores direcciones de talasoterapia que ofrece la mejor cocina en Le Fouquet’s, la mítica brasserie parisina. En el gigante Barriére L´Hermitage se hospeda Sarckozy y otras personalidades. Su restaurante L´Eden Beach, a pie de playa, es el chiringuito más elegante para comer mariscos y pescados del Atlántico. En torno al tenis, en el Country Club, un establecimiento del año 1928, se da cita la crème de la crème de la sociedad internacional. Antes de hacer una parada para comer el tradicional gateaux au chocolat, doy una vuelta en bicicleta. La temperatura, la sombra de los pinos, el aroma del Atlántico, todo está impecable y Eros no va con el hocico pegado al suelo. Qué bien estamos aquí.
A la hora de comer, quiero sentir en mi paladar el espíritu y el sabor de la Bretaña. Elegí la creperie La Sarrazine (25 € p/ persona). Sentados en la terraza, Eros se tumbó al sol. Descubro que la sidra es otra de sus bebidas típicas. Pruebo La Ruaudaie Brut, “Medaille D’ Or Paris 2014”. Este caldo Celta y artesanal me acompaña por mi ruta de platos típicos como son el galette de frutos de mar y otro de champiñones (todas las harinas son BIO). Veo pasar a muchos perros, ninguno me interrumpe, sus dueños no se lo permiten. Son todos tan educados: ¡adoro Francia! El postre me hace más ilusión, pedí un crepe suzette (lleva Cointreau, un licor de la región, y azúcar), lo comía cuando de pequeño esquiaba en los Alpes Franceses. Me tenté con otro crepe, el de crema de limón: ¡exquisito! Paseamos entre las villas, existen 1.500 y están protegidas. No faltan tiendas de primeras firmas.
Incertidumbre, iremos lejos
y alegres, sin volver jamás,
Así como van los cangrejos;
De para atrás… de para atrás…Guillaume Apollinaire.
Para recompensar a Eros por acompañarme a comer y haberse comportado muy bien, volvimos a la playa. Extendí mi pareo. Me relajé al sol. Miro al horizonte. En las profundidades está el capitán Nemo en su submarino de cientos de toneladas, rodeado de su incalculable tesoro y, tal como está el mundo, irá a 50 millas por hora. En un rato nos vienen a buscar. No podré disfrutar de las virtudes de estas aguas. Nos vamos a una villa histórica de los Países del Loira, compartiré esta vista el próximo jueves. Me despido de la bahía. À bientôt (hasta pronto) La Baule.
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