A pocos minutos de Innsbruck, tuve la suerte de hacer una ruta de senderismo incomparable, donde combiné ejercicio físico, relajación mental y Eros disfrutó muchísimo.
Practico el senderismo desde hace décadas, ahora es la nueva actividad de moda. Estar en un entorno natural, sin basura ni contaminación, escuchando el silencio y sin apenas ver gente, para mí, este es el escenario del lujo auténtico. Su práctica mejora la salud cardiovascular, nos pone de mejor humor y combate el sedentarismo. Sin duda, haber viajado hasta aquí con Eros ha sido una de nuestras mejores hazañas. Él me acompañaría hasta la cima si fuera necesario.

Eros y sus amigos en los Alpes.
El sendero que nos acercó a Dios
Un mañana de otoño, alojados en el Hotel Innsbruck, me encontré en el lobby con Eva Staudinger, nuestra guía y experta montañera. Después de un trayecto en tranvía por la ciudad, un taxi nos dejó en el funicular Patscherkofelbahnen que llega hasta las 2.000 metros. El paisaje es: ¡espectacular! Con ganas olímpicas, porque estas montañas fueron el escenario de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1964 y 1976, iniciamos la ruta alpina Zirbenweg, famosa y apreciada por los amantes de la naturaleza en todo mundo.
- Funicular Patscherkofelbahnen.
- Club de golf en al pie de los Alpes.
- Contemplando los Alpes.
- Innsbruck fue cede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1964 y 1976.
- Inicio de la ruta Zirbenweg.
- Las senderistas locales suelen coger hierbas Alpinas para hacerse un té medicinal.
- La bandera de Austria indica que vamos por el camino correcto.
- Apreciando la inmensidad de la belleza de Innsbruck.
- Valle del río Inn.
- Pequeños refuguios de montaña salpican los Alpes.
- Disfrutando con Eros.
- Descripción del suelo y factores externos que pueden alterar el camino que pisamos.
- Ciclista.
Aquel día, tuvimos que abandonar nuestra travesía después de recorrer 45 minutos, venía lluvia. Se necesitan 2 horas y 30 minutos para hacer los 7 kilómetros que tiene el sendero. El camino está señalizado con la bandera de Austria pintada sobre las rocas y flanqueado por pinos cembros perfectos (pino autóctono de Europa Central) y flores. Cantaban los pájaros. Eros es más ágil que yo y fue por delante. Pero, como este es el territorio del águila tirolesa, entre David, Eva y yo, no le quitamos los ojos de encima a Eros y miramos al cielo (su seguridad es mi única preocupación).

Se adelanta, vive su propia experiencia, y, a cada tantos metros, se da la vuelta y fija su mirada en mí hasta que me aproximo y reanuda su aventura.
Cada vez que nos cruzamos con algún senderista o ciclista, saludábamos en alemán. A tanta altitud, aquí se acostumbra a dar saludos para o de parte de Dios —era una frase hecha, que ya no recuerdo, y su pronunciación varia dependiendo de la región—. Como verás, Innsbruck regala una belleza serena e impactante.
Texto: Christian Oliva-Vélez
Fotos: David Suárez
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